Esto es un motivo de consulta frecuente sobre todo en lactantes y preescolares.
¿Qué tan frecuente es?
Esta reportado que entre el 25-50% de los niños pueden tener dificultades de alimentación, sin embargo solo el 10% de ellos sea realmente un problema que requiere una intervención agresiva o multidisciplinaria.
¿Que hacer como papás?
Primero que nada, acudir con un pediatra para verificar el peso y talla del niño. Además de ello también hay que ver si existen algunos datos que requieran una intervención más «agresiva» como son problemas en deglutir, dolor o molestias al alimentarse, vomito o diarrea, episodios de aspiración, etc.
En caso de que no exista nada de ello, el primer paso es preguntarse ¿Que hacemos cuando llega la hora de comer? Es el peor episodio del día, hay estrés, gritos, etc. Si la respuesta es sí, entonces hay que cambiar y modificar esos hábitos y evitar presionar o entrar en conflicto con el niño ya que eso en perjudica o empeora el problema.
En muchas ocasiones los padres tienen expectativas poco reales solo el potencial de crecimiento o que es lo que debe comer el niño a determinada edad, lo que lleva a pensar que el niño «come mal» o es muy selectivo. Esto se ha encontrado hasta en 17% de los niños que son evaluados por este tipo de problemas. Este circuló vicioso de regaños y no querer comer condiciona ansiedad y como mencione anteriormente empeora este problema.
En caso de que realmente exista un problema y a pesar de hacer el cambio en hábitos en la familia no mejore la alimentación y el niño tenga un problema de crecimiento o ganancia de peso. Podemos clasificar el problema en tres grupo
- Selectividad
2. Pobre apetito
3. Miedo a la alimentación
Cada uno de ellos tiene manejos diferentes y en ocasiones requiere un manejo multidisciplinario, por lo que la recomendación es acercarse con un experto y resolver el problema de la mejor forma.
